Sobre Valentin Salinero
Biografía
Fundador de la Congregación de las Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús. Nació Valentín Salinero en Alba de Tormes, Salamanca, el 10 de noviembre de 1840, según consta en el libro de bautismos de la parroquia. Fue bautizado el 15 de ese mes.
Muy joven se trasladó a la ciudad de Salamanca para trabajar en comercio y ayudar económicamente a su familia. Pero el Señor tenía una propuesta diferente que hacerle: le invita a seguirle de cerca, en la Compañía de Jesús. Su formación, orientada hacia las misiones, fue configurando profundamente su corazón.
Noviciado
Ingresó al noviciado un joven de quien dirían años más tardes que era «agradable, jovial y hasta bromista». Lo recordaban sus compañeros como un buen jesuita, en quien la obediencia y la caridad van juntas. Era apacible, plácido, siempre igual, muy caritativo con todos.
Su itinerario como estudiante jesuita: Pasó de Loyola a León para estudiar Filosofía entre 1864 y 1867. Fue ordenado diácono y presbítero el 7 y 8 de septiembre de 1873 en Aire-Sur-l’Adour, Francia. Al año siguiente siguió en Poyanne preparando su examen de tres años de Teología. El 14 de noviembre de ese mismo año, fue destinado a Campolide, Portugal, allí hizo su examen de grado de Teología, el 17 de diciembre de en el 1875.
Magisterio
En la etapa de Magisterio contando 32 años fue destinado a La Habana, Cuba, partiendo con grande ilusión a esa Isla que tanto amó. Al terminar le destinaron como «maestro» al colegio de Sancti Spíritus, Cuba. En 1870 es destinado a Woodstock, Maryland, donde estudió Teología hasta 187. Hizo la profesión perpetua en la Compañía de Jesús, el día 15 de agosto de 1876, en La Habana, Cuba. Ese año fue destinado al Colegio de Belén en LA HABANA.
Su corazón misionero no se conformaba con las clases del Colegio; había en su corazón una explosión de amor que lo lanzaba al encuentro de la gente sencilla en campos y bateyes, en cárceles y barrios marginales, lugares donde dolor y exclusión se dan la mano. Acompañaba al Obispo de La Habana, en las misiones pastorales, lo que le permitió conocer prácticamente la mitad occidental de la Isla. El sufrimiento de la gente y el abandono pastoral de esas zonas, conmovía profundamente su corazón compasivo.
Descubre en los recorridos por los campos que los medios no eran suficientes para atender a los cristianos. Los fieles tenían que desplazarse por los ríos en la época de lluvias para bautizar a sus niños y enterrar a sus muertos. Había mucha ignorancia religiosa, como resultado de la lejanía de los sacerdotes, de la falta de instrucción y de celebraciones litúrgicas.
Su espíritu misionero era notable.
Trabajaba incansablemente sin descansar a penas. Visitaba las cárceles, confesaba y acompañaba en las noches a los que iban a ser fusilados. También trabajó uno de los barrios más pobres de La Habana. Su preferencia eran los negros, los niños pobres, en todos los lugares donde trabajaba, para ellos fundó escuelas gratuitas. Visitaba los campos más lejanos, compartía y pasaba tiempos con los trabajadores de los ingenios azucareros que vivían en condiciones infrahumanas.
En esta realidad el P. Valentín Salinero escucha el soplo de vida del Dios que se arriesga en la historia de hombres y mujeres concretos. Y surge en él el deseo de atacar el mal desde su raíz. Intuye un camino y, poniendo su confianza en el Corazón de Jesús, propone su inquietud a un grupo de mujeres del Apostolado de la Oración, que dirigía en La Habana. Cinco de ellas se unen al Proyecto de fundar una Congregación, entregando generosamente sus vidas para “regenerar la sociedad”. Así, en un momento político bastante convulsionado, nace la Congregación el día 18 de Diciembre de 1891.
Poco tiempo después, el P. Salinero es trasladado a España, lo que facilitó que el Instituto se extendiera por esas tierras. En sus últimos años recibió el regalo de regresar a Cuba, teniendo la dicha de ver crecer a sus Hijas y de recibir la Aprobación de nuestras Constituciones por parte de Roma. Dos meses después, el 28 de Septiembre de 1913, murió en el Colegio de Belén de La Habana, rodeado de la admiración de sus hijas y del cariño de sus compañeros de camino, y dejando una senda de amor y entrega para el mundo de hoy.